Cada vez que la Dra. Zaida Sagaceta, escucha que alguien se llama como ella y nació en la Maternidad de Lima, hacia sus adentros, cree que pudo ser ella la que atendió su llegada a la vida. Es que en sus 25 años trabajando en el Hospital que más nacimientos tiene a diario en el Perú, pudo dedicarse con vocación y amor a cada una de las madres y bebés que de allí salían, muchos de ellos llamándose Zaida. Aquí la ex decana del Colegio de Obstetras, nos comparte parte de su vida y anécdotas.
¿De dónde proviene su vocación de obstetra?
A los 14 años tuve la inquietud de saber de dónde y cómo vienen los niños, cómo se forman. Luego un test vocacional salió que podía ser obstetra. A mí me gustan traer niños al mundo, me gustan mucho los niños.
¿En qué región nació?
Nací en Ucayali, pero de niña viví en Iquitos, allí terminé la primaria y secundaria. Luego mi tía Aurora se ofreció llevarme a Lima para estudiar una carrera y vivir con ella en su casa en Miraflores. Mi papá me compró varios libros para la academia e ingresé a la Universidad bien fácil, cuarta en el orden de mérito en toda la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Todo fue tan rápido, hasta que ejercí la obstetricia en la Maternidad de Lima. Siempre fui estudiosa, quedé segundo lugar en mi promoción en la universidad. Apenas obtuve mi título empecé a trabajar en la Maternidad de Lima. Allí transcurrió mi vida casi 25 años.
Fue una época en la que los índices de muerte infantil eran bien altos en el país…
Altísimos, eran 500 muertes por 10 000 nacidos vivos y la mortalidad fetal también era bastante alta. Luego bajamos a 70 y la meta era 66. Fueron años difíciles en índices de muerte infantil. En ese contexto laboral fue que me casé y posteriormente fui Decana Nacional del Colegio de Obstetras.

«Cuando un niño no llora, la obstetra llora…»
¿A los cuantos años se casó?
A los 24 años. Dos años después tuve a mi primer hijo “Luchito”.
¿Cuántos hijos tiene?
Tengo dos, un médico exitoso, cirujano plástico como su papá y mi hijita que estudió administración hostelera y turismo, aunque después se metió a cosmiatría. Soy abuela de una joven de 19 años, que es la mayor de mis nietas. Así ha transcurrido mi vida, entre la obstetricia, la docencia y ahora que soy directora de la Escuela Profesional de Obstetricia de la UNMSM.
¿No le pasó que cuando fue mamá quiso dejar la carrera por estar más tiempo con los hijos?
Tengo la idea de que una madre debe dedicarse mucho a sus hijos. En mi caso, mis turnos eran tardes y mañanas, más guardias. Tenía tres días de descanso, fue así que mis hijos crecieron y me dediqué mucho a ellos a pesar que me dedicaba también a los estudios y a enseñar a las colegas. También tenía personas que me ayudaban en casa. En la Maternidad de Lima siempre eran días ajetreados, eran tiempos de las dupletas. Yo atendía solita muchísimas pacientes, llegaban a 90 por noche, ahora mis colegas atienden un máximo de 25 pacientes cada una, cada uno con su especialidad, y todo muy lindo. Antes no era así. Pese a eso nosotras hemos sido pioneras de lo que es en monitoreo bioelectrónico.

Me mencionó que pensaba dejar ya la docencia, ¿eso es verdad?
Tengo 37 años como docente, pero como obstetra profesional ya voy a tener 53 años. Obligada por las circunstancias parece que sí voy a dejar la docencia el próximo año. Eso aun no lo tengo definido porque también me gusta la docencia.
¿Usted es hija única?
Éramos nueve hermanos, tres fallecieron, mi madre también falleció este año. La mayoría de mis hermanos son ingenieros, yo soy la cuarta de todos ellos y la primera mujer.
¿Sus hermanos también vinieron a Lima con usted?
Ellos crecieron en Iquitos, yo vine sola a Lima y al terminar la carrera me enamoré de mi esposo Luis Enrique, que ahora tiene 86 años. Mi esposo está a mi costado y me recuerda que también que fui “Miss Cachimba” en San Marcos a pesar que yo era muy tímida.
¿Cómo se decidió postular para Decana Nacional del Colegio de Obstetras?
Me lo propusieron y terminé ganando con el 84% de aceptación, en mi gestión adquirió el terreno donde se construyó ahora el Colegio Nacional. Eso era una casona antigua pero no se adaptaba para nuestras necesidades, lo derrumbaron y quedó el terreno de 600m². Luego Elva Quiñones hizo la cochera abajo y Margarita ya el segundo piso. Esa casona nos costó 124 000 mil dólares.
¿Qué anécdota más recuerda de su época asistencial en la maternidad?
Se me viene a la memoria una noche en la que tenía 95 pacientes y había una jovencita que estaba un poco lejos de donde atendía a las otras pacientes. De un momento a otro la jovencita desapareció, se había ido al baño. A su regreso sin decir palabra alguna tenía a su bebé colgado, estaba naciendo y ella de pie. Agarré una sábana y cogí al bebé. Era un pabellón con tantísima gente, yo sola teniendo que atender a diferentes ingresos y todas con camas dispersas, lejanas. Así tengo muchas anécdotas buenas y malas.
Otra es cuando una bebé nació sin un pie, mis alumnas se impresionaron y al enseñárselo a la mamá, no lo aceptó. Decía que le habían cambiado a su hijo. Fue allí que les llamé la atención a mis alumnas porque tienen que contener sus emociones cuando hay este tipo de casos. Felizmente yo tomé la impresión digital, pelmatoscopia, antes de cortar el cordón umbilical. Al final la hice entender a la madre que era muy jovencita y pudo aceptar y darle amor a su bebé. Siempre he tratado con amor a mis pacientes. No me querían dejar ir.
A veces me digo a mí misma, cuando escucho que alguien se llama Zaida y nació en la Maternidad de Lima, seguro que yo la atendí. Y es que las mamás les ponían Zaida a sus hijas recién nacidas. Me decían quiero que mi hija sea como usted, cariñosa y bonita. Y de verdad lo hacían, fueron muchas que lo hicieron.
¿Cuántas veces le decían que su hija se llamaría Zaida?
Muchísimas, muchas pacientes, no es por alabarme, pero siempre pasaba. No querían que me vaya a casa cuando acababa mi turno, querían pagarme para que me quede atendiéndolas, pero yo les decía, la que venga va ser mejor que yo. Así las convencía.
¿Qué otra anécdota recuerda?
Una vez me mandaron aratificación de certificado de nacimiento, y había dos varones que se disputaban por la paternidad de un bebé y yo tenía que ratificar el nombre. Le dije a la paciente que decida ¿quién es el padre? y al oído me dijo: Es que no se cuál de los dos me embarazó. Estaban peleando el esposo con otro hombre por la paternidad. Me tuve que salir de esa área porque llegó la policía para solucionar el pleito. He visto de todo.
En la Maternidad de Lima, también hubo abandonos de bebés ¿recuerda alguno?
Más que eso, no dejaban entrar fácilmente a la Maternidad porque había muchos robos por aquel entonces. Recuerdo que, para mi segundo hijo, trabajé hasta los nueve meses de embarazo y me fui a dar a luz a la clínica con 4 centímetros en pleno trabajo de parto.Un poco más y tenía a mi bebé trabajando. A mi esposo no lo dejaban entrar a la Maternidad para que me lleve a la clínica porque había mucho resguardo por los robos. Gracias a Dios, mis dos partos fueron muy tranquilos, el tercer embarazo lo perdí muy prematuro, después de eso ya no quise tener más niños. La pasé un poco mal.
¿Qué más casos curiosos ha visto en su trabajo?
Otra anécdota que recuerdo es cuando una adolescente con aspecto de hombre dio a luz un niño. Tenía trastorno de personalidad y no quería aceptar a su hijo. Decía que ese hijo no era suyo, porque ella era Francisco y no podía tener hijos. Tuve queser muy amorosa con ella para que la acepte a su bebé. Recuerdo que hubo un temblor fuerte y fue la primera que cogió a su bebé y salió corriendo protegiéndola. A los dos días arrullando a su hijo me dijo: qué hermoso había sido ser mujer y ser madre, de saberlo lo hubiera sido antes. Después me contó que se hacía pasar por hombre porque como mujer no podía encontrar trabajo y ella necesitaba trabajar desde niña. Así he visto muchas historias en la Maternidad.
Además de su vida profesional y académica, ¿en su tiempo libre practica algún pasatiempo?
Mi hobbie era la natación, siempre ando buscando el agua, ríos, piscina, mar, lo que sea. Antes, no había domingo que no saliéramos a pasear en familia buscando lugares como el mar o ríos. Hubiese querido vivido cerca al mar, para estar siempre nadando, porque en la selva siempre andaba nadando en el río en Ucayali donde nací.
¿Y a vuelto a la selva?
Iba a razón de mi mamá, dos veces al año, pero no a Ucayali. Me muero por volver a Ucayali que tiene muchos atractivos, cerros preciosos, peñascos, pedregales, unas playas hermosísimas, enormes, lleno de piedras. Muy pronto volveré, sueño con regresar al terruño donde nací.
¿Cuál es esa satisfacción más grande que le ha podido traer su profesión?
De verdad como amo tanto esta profesión y se relaciona mucho con la parte humana, con la parte del nacimiento, del génesis de la vida, yo creo que el crisol más hermoso como reza nuestro himno, es hermoso traer al mundo niños en buenas condiciones. Como dijo una de mis colegas en una sustentación de su tesis: Cuando un niño no llora, la obstetra llora. El llanto de ese niño es una protesta, su primera protesta, pero para nosotros es una alegría porque está totalmente sano, es grito de vida. Otra satisfacción fue haber sido pionera de la tecnología de punta en la Maternidad de Lima, decana nacional del Colegio de Obstetras y haber vivido la realidad de las zonas más alejadas del país cuando trabajé en una ONG. Trabajamos en la parte educativa de salud, también le ensañamos a hacer letrinas, abono orgánico, lavado de manos. Teníamos promotoras que eran analfabetas, pero con un potencial enorme, solo que no habían tenido oportunidades en la vida. Eso siempre es algo que he querido cambiar o poner mi granito de arena para que cambie.
