Uso de opioides mejora calidad de vida de pacientes terminales

La Organización Mundial de la Salud y la International Associaton for Study of Pain (IASP) concuerdan en sugerir que la morfina es el «Gold Standard» en el tratamiento de dolor por cáncer terminal.

El dolor se define como una experiencia sensitiva y emocional desagradable que es vivida y expresada por cada paciente de manera diferente. En el caso concreto del cáncer, el dolor puede llegar a convertirse en el problema más importante para estos  pacientes. El dolor repercute de forma muy negativa sobre las funciones del mismo, produciéndole insomnio, disminución del apetito y limitación de su actividad física y social habitual. Como consecuencia, disminuye significativamente  su calidad de vida.

El Dr. Segundo Díaz Liau-Hing, Vicepresidente de la Asociación Peruana para el Estudio del Dolor, ASPED, señala que dependiendo el estadío del cáncer y la intensidad del dolor, previamente se pueden usar en forma escalonada paracetamol , antiinflamatorios no esteroides (AINES) y opioides débiles o combinaciones de opioides débiles con paracetamol antes de usar morfina. “Lamentablemente, el insuficiente  conocimiento por parte de muchos profesionales  de la salud y las barreras que existen para su uso, restringen la disponibilidad de esos medicamentos y su uso en muchos pacientes que lo necesitan. La morfina y derivados (opioides)  usados en el tratamiento del dolor, por supuesto no curan el cáncer pero le permiten a los pacientes una vida llevadera y una muerte digna y sin el sufrimiento que el dolor causa”, agregó el especialista.

MORFINA: MITO A ADICCIÓN
A pesar del temor a la adicción por el uso de opioides, la morfina y derivados usados en el tratamiento de cáncer terminal, tienen muy pocas posibilidades de  producir  adicción. En tal sentido, existen estudios que así lo demuestran. En la Universidad de Boston se hizo seguimiento de más de 8000 pacientes con cáncer terminal y con tratamiento analgésico con morfina y solamente se encontraron dos casos de posible adicción y en ambos casos los pacientes habían usado anteriormente drogas con fines «recreativos».
“Algunos aducen que en los pacientes terminales se hace necesario ir aumentando la dosis de morfina para tratar el dolor y que esto  podría ser  una adicción. Sin embargo, no es así. Lo que sucede es que la misma evolución o empeoramiento de la enfermedad  y el aumento progresivo de la intensidad del dolor requieren una dosis mayor.
La morfina es adictiva cuando se mal usa o se abusa  con fines  no terapéuticos, Si se usa morfina para aliviar el dolor en la etapa aguda de un dolor intenso (politraumatismos por ejemplo) antes de iniciar el tratamiento causal, hay pocas posibilidades de “adicción” debido a que ante un dolor intenso nuestro propio organismo expone  receptores opioides, los cuales son cubiertos con la sustancia opioide administrada, sin generarse la sensación de pseudoplacer que produce la adicción, puntualizó Díaz Liau-Hing.
Según la OMS, la calidad de tratamiento para dolor que un país otorga a los pacientes terminales se mide por su consumo médico anual de morfina, el cual está debidamente cuantificada por la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), dependencia de la ONU. En ese sentido, hace unos 15 años, el Perú consumía una cantidad similar a Haití país con mucho menor población que el nuestro y actualmente, se consume para el tratamiento médico del dolor , mucha menos morfina que Costa Rica o Chile.
La costumbre arraigada en nuestro medio es el uso indiscriminado y equivocado de antiinflamatorios no esteroides (AINEs), que causan muchos más efectos secundarios que el uso adecuado de morfina. En ese sentido, el galeno señaló que “era realmente inconcebible por ejemplo que hace algunos años, el ketoprofeno, un AINE, fuera el analgésico más usado en un hospital especializado en enfermedades neoplásicas”
SI NO HAY FACIL DISPONIBILIDAD A LA MORFINA, ¿QUE SE PUEDE USAR?
Según el especialista: “Hay muchas barreras para el uso médico adecuado de morfina. Frente a esto, se puede usar un opioide débil como tramadol, el cual tiene una buena potencia analgésica. Que no se malinterprete el término «opiode débil». Esto no se refiere a la potencia analgésica (la cual en el tramadol es muy potente)  sino que debido a su particular mecanismo de acción, el tramadol tiene una acción «débil» sobre el Sistema Nervioso Central y por lo tanto tiene mucho menos efectos secundarios. Además, se cuenta con la forma de gotas de tramadol que permite llegar a la dosis ideal individual para cada paciente”.

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